Breve historia del cor amateur: la voz del pueblo a través del tiempo.
El canto colectivo acompaña a la humanidad desde sus orígenes. Mucho antes de la existencia de los grandes escenarios o los conservatorios, las personas ya se reunían para cantar juntas, celebrando la vida, la fe o el trabajo. De estas antiguas tradiciones surgió, con el tiempo, lo cual hoy conocemos como el coro amateur: una manera de hacer música que combina pasión, comunidad y cultura, sin necesidad de dedicarse profesionalmente al arte.
En la Antigüedad, el canto coral cumplía funciones rituales y sociales. En Grecia, los corazones formaban parte esencial del teatro y de las ceremonias religiosas. En la Edad media, el canto gregoriano y las primeras polifonías se desarrollaron en monasterios y catedrales, aunque allí la práctica estaba reservada principalmente a clérigos y músicos formados. El verdadero nacimiento del coro amateur se produce siglos después, con la expansión de la educación y de la música fuera del ámbito religioso.
Durante el Renacimiento y el Barroco, el canto coral se extendió a cortes y ciudades, pero fue en el siglo XIX cuando adquirió una dimensión popular. En plena Revolución Industrial, los trabajadores y ciudadanos empezaron a organizarse en sociedades corales, especialmente en Alemania, Inglaterra y los países nórdicos. Estos coros, formados por forofos, representaban un espacio de expresión colectiva y también de identidad social.
El movimiento coral amateur tuvo un papel cultural fundamental: democratizó el acceso a la música. Ya no era necesario pertenecer a una élite para cantar obras de los grandes compositores o para interpretar nuevas creaciones. En muchos casos, estos grupos fueron también impulsores de la educación musical en sus comunidades, y promovieron valores de cooperación, disciplina y pertenencia.En América Latina, el canto coral amateur encontró terreno fértil a lo largo del siglo XX. Asociaciones culturales, universidades, sindicatos y parroquias crearon sus propios corazones, generando un movimiento diverso y vibrante.
Muchos de ellos se convirtieron en verdaderas escuelas de formación musical y humana, capaces de unir personas de diferentes edades, profesiones y procedencias. Hoy, el espíritu del corazón amateur continúa más vivo que nunca. En un mundo marcado por la velocidad y el individualismo, cantar en grupo se convierte en un acto de conexión y de resistencia emocional.
Los coros aficionados continúan difundiendo la música como patrimonio compartido, manteniendo viva una tradición que, más que una actividad artística, es una expresión de comunidad.
El canto coral amateur es, en definitiva, la voz del pueblo organizada en armonía. Una tradición que ha sabido adaptarse a los tiempos sin perder su esencia: la alegría de cantar juntos.
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